Cuando sólo se usa el lenguaje verbal hablamos de diálogo. Y éste se
manifiesta de dos formas extremas: por exceso o por defecto. Ambas, provocan distanciamiento entre padres e hijos. Hay padres que, con la
mejor de las intenciones, procuran crear un clima de diálogo con sus
hijos e intentan verbalizar absolutamente todo. Esta actitud fácilmente puede llevar a los padres a convertirse en interrogadores o en sermoneadores, o en ambas cosas.
la enseñanza. El silencio es un elemento fundamental en el diálogo.
Da tiempo al otro a entender lo que se ha dicho y lo que se ha querido
decir. Un diálogo es una interacción y, para que sea posible, es necesario que los silencios permitan la intervención de todos los participantes.
Dialogar también es escuchar
Junto con el silencio está la capacidad de escuchar. Hay quien hace sus
exposiciones y da sus opiniones, sin escuchar a los demás. Cuando eso
sucede, el interlocutor se da cuenta de la indiferencia del otro hacia él y
acaba por perder la motivación por la conversación. Esta situación es la
que con frecuencia se da entre padres e hijos.
Los primeros creen que estos últimos no tienen nada que enseñarles y
que no pueden cambiar sus opiniones. Escuchan poco a sus hijos o, si
lo hacen, es de una manera inquisidora, en una posición impermeable respecto al contenido de los argumentos de los hijos. Esta situación es frecuente con hijos adolescentes. Estamos ante uno de los errores más frecuentes en las relaciones paterno-filiales: creer que con un discurso
se puede cambiar a una persona.
¿Para qué sirve el diálogo en la familia?
A través del diálogo, padres e hijos se conocen mejor, conocen sobre todo sus respectivas opiniones y su capacidad de verbalizar sentimientos, pero nunca la información obtenida mediante una conversación será más amplia y trascendente que la adquirida con la convivencia. Por este motivo, transmite y educa mucho más la convivencia que la verbalización de los valores que se pretenden inculcar. Por otro lado, todo diálogo debe albergar la posibilidad de la réplica.
La predisposición a recoger el argumento del otro y admitir que puede no coincidir con el propio es una de las condiciones básicas para que el diálogo sea viable. Si se parte de diferentes planos de autoridad, no habrá diálogo.
Nuestro futuro está en las manos de Dios, no en lo que diga la gente.
Soñar es estar despiertos para Dios y abrazar los planes que El pensó para nuestra vida.
Trabajar es sembrar la semilla del árbol de los sueños. Madurar es compartir los frutos para dormir tranquilos.
Soñar es estar despiertos para Dios y abrazar los planes que El pensó para nuestra vida.
Trabajar es sembrar la semilla del árbol de los sueños. Madurar es compartir los frutos para dormir tranquilos.
"Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre; Porque adorno de gracia serán a tu cabeza,Y collares a tu cuello...Bendiciones.
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