De Jehová son los pasos del
hombre; ¿cómo, pues, entenderá el
hombre su camino? Proverbios
20:24.
hombre; ¿cómo, pues, entenderá el
hombre su camino? Proverbios
20:24.
No fui yo. No pude haber sido yo, se
lamenta Hilda. Y llora. Llora el dolor
de su realidad. La joven tiene solo
15 años; una flor que se abre a la
vida, regada con sus propias
lágrimas.
Lágrimas de dolor. Gotas
de arrepentimiento. Mueve la
cabeza de un lado al otro, e insiste:
-No fui yo.
Como si el negar la realidad pudiese
hacerla volver atrás, escoger otro
camino, buscar otra vereda
.
-¿Cómo fui capaz de destruir el
sueño de mis padres, y el mío? ¡No,
no pude haber sido yo!
Pero sí lo era. Había sido ella misma
quien, jugando al “amor”, se descu
briera esperando un niño. Ella, que
no pasaba de ser una simple niña.
Nadie entiende las razones del alma
. El corazón es misterioso e incom
prensible; te confunde, te engaña,
te miente. Te hace creer que estás
yendo al paraíso, y te conduce a la
muerte.
Los años pasan. Creces. Te vuelves
adulto… Y el corazón te sigue
traicionando. No logras
comprenderlo. Lloras repetidas
veces sobre leche derramada; el
agua que se fue, que se perdió,
llevando tus sueños tierra adentro,
para mojar la semilla del dolor,
haciéndola brotar en forma de
experiencia
.
Te preguntas: ¿Por qué? Gritas: ¡No
fui yo! Pero, eres tú y lo sabes. El
texto de hoy es tu respuesta. Al
Señor le pertenecen tus pasos; solo
él sabe las verdaderas necesidades
de tu loco corazón.
Tú no. Tú
piensas que lo sabes; imaginas que
lo entiendes todo. Crees saber hacia
dónde vas, pero el tiempo se
encarga de mostrarte lo equivocado
que estabas.
Solo en Jesús tus desencuentros se
encuentran; solo en él tus
desvaríos se descubren. Únicamente
en Dios dejas de correr sin tregua,
buscando lo que no sabes. En él,
finalmente, tu no ser se transforma
en ser.
Por eso hoy, antes de abrir las
ventanas de tu vida al nuevo día,
vuelve los ojos a Dios, como la flor
hacia el sol, buscando vida. Abre tu
corazón al Espíritu, como la tierra
seca al rocío de la mañana.
No salgas solo. Andar solo es andar
a ciegas; vivir solo es morir en vida.
El arco iris pierde su color. Resta
solo agua, sin sabor ni color.
Acuarela muerta. Flor marchita.
Jamás te olvides de que: “De Jehová
son los pasos del hombre; ¿cómo,
pues, entenderá el hombre su
camino?”
lamenta Hilda. Y llora. Llora el dolor
de su realidad. La joven tiene solo
15 años; una flor que se abre a la
vida, regada con sus propias
lágrimas.
Lágrimas de dolor. Gotas
de arrepentimiento. Mueve la
cabeza de un lado al otro, e insiste:
-No fui yo.
Como si el negar la realidad pudiese
hacerla volver atrás, escoger otro
camino, buscar otra vereda
.
-¿Cómo fui capaz de destruir el
sueño de mis padres, y el mío? ¡No,
no pude haber sido yo!
Pero sí lo era. Había sido ella misma
quien, jugando al “amor”, se descu
briera esperando un niño. Ella, que
no pasaba de ser una simple niña.
Nadie entiende las razones del alma
. El corazón es misterioso e incom
prensible; te confunde, te engaña,
te miente. Te hace creer que estás
yendo al paraíso, y te conduce a la
muerte.
Los años pasan. Creces. Te vuelves
adulto… Y el corazón te sigue
traicionando. No logras
comprenderlo. Lloras repetidas
veces sobre leche derramada; el
agua que se fue, que se perdió,
llevando tus sueños tierra adentro,
para mojar la semilla del dolor,
haciéndola brotar en forma de
experiencia
.
Te preguntas: ¿Por qué? Gritas: ¡No
fui yo! Pero, eres tú y lo sabes. El
texto de hoy es tu respuesta. Al
Señor le pertenecen tus pasos; solo
él sabe las verdaderas necesidades
de tu loco corazón.
Tú no. Tú
piensas que lo sabes; imaginas que
lo entiendes todo. Crees saber hacia
dónde vas, pero el tiempo se
encarga de mostrarte lo equivocado
que estabas.
Solo en Jesús tus desencuentros se
encuentran; solo en él tus
desvaríos se descubren. Únicamente
en Dios dejas de correr sin tregua,
buscando lo que no sabes. En él,
finalmente, tu no ser se transforma
en ser.
Por eso hoy, antes de abrir las
ventanas de tu vida al nuevo día,
vuelve los ojos a Dios, como la flor
hacia el sol, buscando vida. Abre tu
corazón al Espíritu, como la tierra
seca al rocío de la mañana.
No salgas solo. Andar solo es andar
a ciegas; vivir solo es morir en vida.
El arco iris pierde su color. Resta
solo agua, sin sabor ni color.
Acuarela muerta. Flor marchita.
Jamás te olvides de que: “De Jehová
son los pasos del hombre; ¿cómo,
pues, entenderá el hombre su
camino?”
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