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domingo, 8 de julio de 2018

LA ADOLESCENCIA Y EL SONIDO DEL VIENTO QUE ROMPE LAS BARRERAS DEL TIEMPO...


El sonido del viento rompía las barreras del tiempo, acariciando todo 

a su paso, parecía como si quisiese trasmitir un extraño mensaje. 

Una vez leí que cuando el viento sopla fuerte, quiere contarnos algo, 

así que ´decidí permanecer sentado sintiendo la pureza de ese viento 

frío. 

Levanté la mirada hacia el cielo y comencé a recordar las memorias de 

mis días. Visualicé mi infancia y pensé en esa inocencia que nos 

caracteriza a todos a esa edad, en como la vida está llena de inolvidables 

travesuras sin sentido, en los juegos de pelota con los amigos que 

crecimos, algunos de los cuales ya no se encuentran más aquí, también 

en las innumerables veces que deseaba ser adulto, ya que en la niñez la 

palabra adulta es sinónima de libertad, de poderes inalcanzables.
Sin saber aún, que cuando la edad avanza la libertad se carcome, se 

ausenta o simplemente se aprisiona, y esos poderes antes inalcanzables 

se vuelven un cúmulo de responsabilidades que trasforman la vida en 

problemas. El viento soplaba aún más con más fuerza, y el frío 

comenzaba  a invadirme por completo, pero eso no congeló mis 

pensamientos. 



Continuaba en ese viaje por el tiempo, recordando como la edad se 

vuelve implacable menguando en muchas ocasiones la felicidad, 

otras veces dibujando sonrisas, con muchos tropiezos, pérdidas 

irremediables, y todas esas cosas que nos enseñan el valor de la vida. 

Sin darme cuenta había dejado de ser niño, esa inocencia se había 

esfumado sin marcha atrás, deje de ser niño, no solo de la mente. 

Mi cuerpo había cambiado, igual que lo hace la mirada, igual que la 

percepción que tenemos sobre el sexo, igual que la percepción que 

tenemos sobre la vida.
Entonces comencé mi camino en la búsqueda del amor. Me pensé 

enamorado muchas veces y al darme cuenta de mi error, conocí la 

decepción, no solo la conocí una vez, de hecho, la viví más veces 

de las que pensé que podría resistir. Repentinamente dejé de creer 

en el amor y resolví no enamorarme jamás, pero descubrí que nadie 

tiene decisión sobre eso, descubrí que uno vive enamorado toda su 

vida, pues el amor no se resume en amar a tu pareja, el amor reside 

en uno mismo, el amor se hace presente en la familia y en la amistad, 

entonces amé a mi familia y viví enamorado del amor, amé a mis  

amigos, solo a aquellos que en verdad lo eran, aquellos que jamás 

se fueron a pesar de la adversidad, los que me levantaron del piso en 

innumerables ocasiones, que lloraron junto a mí y rieron conmigo 

también.
Pasé mucho tiempo alejado de las relaciones amorosas, a pesar de 

que conocí muchas personas de las cuales pude haberme enamorado, 

pero en esos momentos no podía amar de esa manera, así que terminaba 

alejándome, o en el peor de los casos lastimando. Jamás me culpé por 

eso, ya que es una ley de la vida que: "conoceremos a mil y un personas 

a las cuales podremos amar o lastimar". Después de eso me volví 

escéptico, en ocasiones incrédulo o antipático, hasta que sin pensarlo, 

me volví a enamorar. 

Muchas personas creen que el amor sólo te sucede una vez en la vida, 

pero a mí la vida enseñó que cada segundo te enamoras de mil maneras 

de todo aquello que forma parte de tu vida, me enseñó también que 

cuando sufres una decepción, es una manera de aprender a discernir de 

lo que es tuyo y lo que no, pues no existe luz sin la oscuridad.
Esta historia tiene como propósito visualizar la belleza de la infancia, el 

encanto de la adolescencia, en donde existe la magia de la inocencia... 

La magia del amor, la magia de la sinceridad, la magia de la confianza, la 

ternura y el amor que viene desde el cielo... Magia que nunca debe 

perderse sin importar la edad. 

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